Para el Psicoanálisis no existe la “pareja perfecta”, todo armonía. La ilusión de la “media naranja” se desprende del mito de Aristófanes que Platón recoge en el diálogo El banquete. Este mito plantea que habría existido un ser completo, esférico, que poseía los dos sexos y que se escindió. Desde entonces cada mitad busca afanosamente a la otra.
Como vemos, la manera en la que se concibe el amor depende de una escritura, se ama según los libros escritos. Así, la Dama, la mujer del amor cortés, cuyo único propósito es dejarse amar, fue una producción de los trovadores. Él ama y ella es objeto de su amor, se deja amar. Ella, durante siglos, ha sacrificado todo por amor, para ser amada. Como señala la escritora feminista Betty Friedan, podríamos decir, el amor es el opio de las mujeres.
Pero con la escritura que funda el campo psicoanalítico Ella se pregunta por su deseo. La muñeca inanimada de los trovadores, cobra vida y comienza su andadura como mujer deseante. Una mujer que más allá de preocuparse por ser amada, tarea en la que había empeñado hasta entonces su vida se hace responsable de su deseo, de su capacidad de gozar, de amar, de producir: Mujer sujeto.
Por otra parte, para amar se necesita a una persona a la que se le pide que nos ame. Una persona que se elige de forma narcisística (por un rasgo en el que nos reconocemos) o de forma de apoyo o anaclítica (un hombre o una mujer que nos recuerda a nuestra madre o a nuestro padre), en cambio para desear no se necesita de ninguna persona. Porque al objeto del deseo no se le pide nada, pero al objeto del amor se le pide amor. Cuando en las parejas aparece la frase “te amo, te amo, pero no me alcanza”, es que se trata del deseo. Hay parejas que se separan porque no pueden incluir el deseo en la relación, “nos amamos locamente, pero nos tenemos que separar”.
El más alto grado de humanidad es el deseo porque para desear hay que estar en el mundo, haber renunciado a la sexualidad infantil, mientras que para amar no es necesario, se puede demandar amor y, en realidad no hacer otra cosa que demandar amorosamente a la madre, el primer amor de cualquier humano. El deseo es lo propiamente humano por estar ligado a la palabra.